ldous Huxley escribió que hay tres tipos de ensayistas: los personales, “que miran el mundo a través de la cerradura de la anécdota”; los objetivos, que presentan datos, los juzgan y presentan conclusiones; y los abstractos, que nunca condescienden a ser personales. Estos últimos tienen un estilo casi algebraico, no por nada el ejemplo que presenta el ensayista inglés es Paul Valéry.
A ellos pertenecería Noé Jitrik con sus frases cortantes, en forma de instrumental quirúrgico. Se pregunta en estas páginas qué es la cultura (una palabra tan presente que algunos ni siquiera pensamos en reflexionar); puesto que Claude Lévi-Strauss habla de la oposición entre lo crudo y lo cocido, el autor sirve el tema cocido sobre su mesa para partirlo en pequeños bocados.
Lo curioso, en medio de este estilo de ideas afiladas, es que los conceptos que descuartiza están vivos antes, durante y después del análisis. Sin duda, viene del estilo cartesiano, aquel que pone una seña muy visible y dice: “Aquí, en la realidad, ponemos un corte para indicar que hemos meditado y hecho el balance de ciertas nociones”. En este caso, el de la cultura, comienza por distinguirla de la información; y, más adelante, la delimita con respecto a la civilización.
Puesto que muchos usamos los términos con ligereza, avanzar en esta lectura cuesta trabajo, no es fácil ir dividiendo las aguas. Sí, el autor es como un filósofo kantiano que va dándole personalidad a conceptos que a veces se presentan turbios. Estos ensayos son inquietudes (tribulaciones, los llama), pero es que las preguntas no son pequeñas: “¿Dónde está la literatura?”, por ejemplo. Sí, es difícil situarla. Pero las respuestas van mostrando aspectos ocultos que sorprenden. Quizá eso se debe a que, a diferencia de otros, no olvida la Historia. Se fija en un aspecto central: por alguna razón, la literatura ha sido confinada, ya no se le convoca a discutir los problemas más importantes de la actualidad.
Muy pocos de aquellos que hablan en el espacio público la toman en cuenta. No es cierto que siga ocupando un lugar central en la sociedad. Los niveles de complejidad de la literatura son mayores, lo cual aleja a gran cantidad de lectores. Y sin embargo, seguimos luchando por restituir la literatura a ese lugar que ocupaba, y para eso seguimos escribiendo.
Este libro es enemigo de los lugares comunes para explicar los fenómenos, por eso llama “triviales” las explicaciones que dicen que la televisión o la informática la han alejado. Se debe a factores más complejos que deberían de conocer los sociólogos. En fin, hay varias inquietudes. De por sí, ya contaba yo con las mías, y ahora he tenido que incluir las de Noé Jitrik. Además de sus recorridos por “lo real”, “los adictos” o la etimología de “indiferencia”, me seduce el tema con el que cierra su libro: en tiempos de los primeros hombres, cuando no había escritura ni formas de transmitir la experiencia, ¿qué podía conservar el hombre y darle a los que venían? La sensación de la lentitud y de la rapidez.
Exitosa transmisión, sorprende darse cuenta de que es el conocimiento más antiguo.
Noé Jitrik. Delicados trazos, Ensayos y tribulaciones. Xalapa, Universidad Veracruzana, 2014.