ANARCRÓNICAS

BAÑOS DE CANTINA. UNA INTRODUCCIÓN

Un chico no se hace hombre cuando tiene trato carnal con alguna damisela, ni cuando se ve involucrado en una pelea mano a mano con el matón de la escuela, ni cuando gana su primer sueldo en un McJob. La verdadera hombría, el blasón de gloria que distingue al vikingo del estilista, se obtiene, se gana, en el momento en que, luego de departir en una cantina de mala muerte con los amigos, tiene que pararse para ir al baño. Así es, querido lector, desde el momento en que ese muchacho siente el retortijón ineludible, se para de su silla y entra por ese par puertas desvencijadas deja de ser un mocoso y se convierte en un campeón de pelo en pecho.

Y es que sólo los hombres hombres pueden estar más de tres segundos en tales sitios sin morir.

Antes de continuar, aclaremos lo que es un verdadero baño de cantina: un rincón macilento, lleno de moscas y cucarachas, –los ciempiés son un plus–, con el suelo lleno de una sustancia extraña y corrosiva, en donde el guerrero debe deponer sus deshechos corporales sin vomitar y –por supuesto–, sin contagiarse de alguna enfermedad que haga que el ébola parezca un chorrillo vulgar. Por ello, en este texto les regalo a los jóvenes lectores de esta columna un checklist de supervivencia para enfrentar esos sitios de muerte y destrucción:

1) En primer lugar, se debe entender que una verdadera cantina es aquella en donde sólo hay individuos que en su vida han conocido un desodorante o un gastroenterólogo; un lugar en donde los tragos valen menos de diez pesos, y que el parroquiano, luego de degustar su bebida, se pasa la mano frente a los ojos para constatar que aún no está ciego. Una cantina no es, por supuesto, ninguno de estos antros en donde los hipsters juegan a darse baños de pueblo y los sanitarios están trapeados con Poett y aromatizados con lavanda. Un verdadero baño de cantina se limpia –si es que hay suerte–, cada tres meses, con lejía y no huele a otra cosa que no sea masacre.

2) ¿Recuerda la película Transpotting? ¿Recuerda el famoso “Baño más asqueroso de Escocia? Pues era un quirófano en comparación con los de las cantinas del centro de la Ciudad de México. De hecho, en algunos se ha encontrado un nivel de radiación equivalente al de Chernobyl.

3) En un verdadero sanitario de cantina los excusados no tienen puerta, porque los hombres hombres no se inhiben frente a otros ni a la hora de defecar. Por eso, cuando usted llegue a hacer uso de tan finas instalaciones ponga su cara más maldita, pues corre el riesgo de que, si suelta un pujidito demasiado fino, sus compañeros de cagatorio limpien el piso con su persona.

2Bis. Si usted está en un baño de cantina-bar gay de barrio –por ejemplo, el mítico Las Adelitas, de Garibaldi–, debe cuidarse también de los travestis que lleguen a hacer uso del mingitorio. Ell@s lo mirarán con ojos de barracuda mientras le ofrecen ese instrumento que, si bien esconden mientras son mujeres, es perfectamente funcional. No abra la boca –y ni siquiera pregunte la razón–.

4) Un verdadero baño de cantina de hombres no tiene agua corriente –eso es para maricas–, así que usted tendrá que buscar un tambo lleno de agua y una cubeta oxidada con los cuales drenar la taza. Trate de hacerlo sin ver el interior de la misma, pues corre el riesgo de entender esa frase de Nietzsche que más o menos reza: “cuando miras a la oscuridad, la oscuridad te regresa la mirada”.

5) Si no hay ni tambo con agua, ni cubeta, prepárese: es probable que la taza esté rebosante y que usted tenga que hacer uso de toda su capacidad acrobática para zurrar. Así que tendrá que practicar la pose yogui conocida como Brahivdagta Lakaka (“De Aguilita”,en español) en donde se parará del borde del excusado mientras se sostiene de las paredes. Le recomendamos que, cuando esté en la operación, piense que usted es un río que fluye y se renueva, que fluye y se renueva.

6) Por el amor de Dios, cuando esté en dicha pose de Aguilita, NO se distraiga. No vea hacia abajo. Si cae a la taza nadie lo podrá salvar. Es más, los servicios de emergencia ni siquiera se tomarán la molestia de asomarse al agujero por donde usted se fue. ¿Le suenan nombres como Ambrose Brice, Jimmy Hoffa o Manuel Muñoz Rocha? Pues ellos se distrajeron en el momento en que no debían.

7) Si usted es amante de la poesía, no deje de apreciar los versos, epigramas y minificciones de las paredes del baño. Son un verdadero canto a las musas que harían que Bukowski se sonrojara de pudor. Por supuesto, también disfrute los románticos dibujos que los parroquianos han hecho de las meseras del lugar. Por si no lo sabe, José Luis Cuevas sacaba de esos lugares su inspiración.

8) Recuerde que las cantinas y pulquerías más antiguas construyen los baños en los lugares más inverosímiles: clósets viejos, cubos de escalera, alacenas antiguas. Esto hace que sean lugares, además de insalubres, terriblemente pequeños. Si es el caso, cuídese de no pujar con demasiada fuerza, pues corre el riesgo de quedar atrapado entre la taza y el lavabo y morir de asfixia.

9) Cuando se disponga a orinar, recuerde que, si trata mal a los meseros o si no deja una buena propina, la próxima vez que asista al lugar le pondrán a su trago los hielos del mingitorio

10) Cuando se lave las manos, no espere jabón líquido ni gel antibacterial. Cuando mucho, habrá un pedazo de jabón Zote o una bandeja llena de Detergente Roma. Aséese con ellos y de gracias a Dios si del grifo sale un chorrito de agua con el cual enjuagarse.

Luego de estas sencillas sugerencias, esperamos que su experiencia en esos lugares Lovecraftianos sea más pasadera. Hasta la próxima.

Imagen tomada de: http://www.polycount.com/forum/showthread.php?t=93386

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