AL FIN, UNA HISTORIA DIFERENTE

ste domingo, escuché el himno nacional dos veces. Muy temprano por la mañana participé en la carrera del Día del Padre en la Ciudad de México y, como es costumbre en estos eventos, antes del disparo inicial, todos cantamos el himno nacional.

La gente lo cantó, lo cantamos, con emoción, con corazón, con alegría, con optimismo. Lo cantamos con esas ganas de creer que otro México es posible y que es en el deporte donde puede encontrar su mejor cara.

Un par de horas después, lo escuché en la voz de 40 mil mexicanos y lo vi en el rostro de 11 jugadores que no podían ocultar la emoción, de saberse ante el día más importante de sus vidas.

Y es que todos queríamos creer en lo imposible pero no teníamos muchos argumentos para defender nuestros deseos. Los meses anteriores y los últimos juegos de preparación habían abonado al escepticismo y a las dudas. Hasta que vimos la cara de esos jugadores, arropados por los cantos y gritos de los nuestros que llenaron el estadio de Moscú, que llenaron la atmósfera con las condiciones ideales para la hazaña: se podía vencer al campeón del mundo.

Es imposible no sentir hervir la sangre, no emocionarse, no llenarse los ojos de lágrimas, cuando escuchas un estadio que está al otro lado del mundo, completamente copado por los aficionados mexicanos, cantando con la garganta y el corazón, el himno nacional.

“Imaginémonos cosas chingonas” le dijo el Chicharito a Faitelson en una entrevista previo al mundial. “¿Por qué no podemos ser Grecia en la Eurocopa, por qué no podemos ser el Leicester de la Premier League?”, le preguntó el jugador que más goles ha metido con la camiseta nacional. El mismo jugador que cantó el himno nacional previo al juego con lágrimas en los ojos, con la convicción de los ganadores, con el corazón de los que se van a jugar todo por una causa.

Gracias, Javier, y gracias a tus compañeros, porque hoy, yo me estoy imaginando cosas chingonas. Hoy creo que este grupo está para cosas muy importantes, creo que está para ir más allá del cuarto o quinto partido, que nos da para soñar con ser los protagonistas de esa historia que le hemos visto y envidiado a otros, para por fin, vivir una historia diferente.

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