EL PÓKER Y LA BUENA MUERTE

Fotografía cortesía del autor/Cecilia López

Pedro Zavala (Ciudad de México, 1981) es escritor, filósofo y fotógrafo.

Ahora, además, es el flamante ganador del Premio Mauricio Achar Literatura Random House 2018 por su novela All in, Sinatra -un honor que comparte con Pistolar, de Iván Soto Camba, en un resultado que enaltece dos obras literarias por primera vez en la historia del galardón en nuestro país.

Zavala es maestro y doctorando en el programa de Estudios Latinoamericanos (Filosofía e Historia de las Ideas en América Latina) por la UNAM. Miembro investigador en la Bridwell Library de la Southern Methodist University de Dallas, Texas. Ha sido becario del CONACYT y del Programa Jóvenes Creadores del FONCA en la categoría de novela (2017).

All in, Sinatra narra las peripecias del académico de 64 años Génesis Montesinos, quien le dará un vuelco a su vida de fastidio y erudición cuando viaja a Las Vegas a apostarlo todo guiado por un instinto suicida.

En el camino hallará a Lea, una joven vendedora que lo inicia en nuevos saberes vitales, además de multimillonarios que amenazan las vidas que los circundan mientras cierran grandes negocios internacionales. Se trata de un coctel de tinieblas, pequeños excesos, filosofía y póker, al que nos adentramos luego de que Zavala me obsequia dos postales de Las Vegas y baraja un mazo del que extraigo una carta que ahora también será mía: un cinco de diamantes.

¿Cómo nació la historia del académico suicida Génesis Montesinos y su viaje a Las Vegas?

Escribí la novela en un periodo de ocho, nueve meses, entre 2016 y 2017, gracias a una beca del FONCA; pero la historia, los personajes y sus voces se fueron sembrando durante cinco, seis años. No sabía cómo empezar, pero un domingo temprano Cecilia, mi esposa, me llama y me dice que irá a otro parque a pasear al perro porque hay un retén de policías: hay un colgado debajo de una escalera del puente cerca de nuestra casa.

Yo dejo de escribir, bajo en pijama, los policías no me dejan pasar, pero veo a un viejo colgado de uno de los barandales. Seguí las noticias durante el día. Identifican que este hombre ha dejado una carta suicida, que ese día cumplió 64 años y escuchó la canción de los Beatles “When I´m 64”.

Después de que quitaron el cuerpo, fui al lugar y miré que el sitio donde saltó tiene una vista al amanecer detrás de una iglesia. Me pareció una imagen bellísima, de alegre melancolía, y de cierta frialdad, porque el tipo calculó su muerte. Lo leí desde la perspectiva de Camus: el suicidio como la única pregunta filosófica que puede haber hoy. Ahí dije: es por aquí y mi rompecabezas se armó.

¿Crees que el modo de vivir actual atenta contra la “ley natural”? ¿Esa que dice que los jóvenes son los que toman riesgos y los mayores deben retirarse a vivir una buena vejez, al contrario de Génesis Montesinos, quien toma su primer gran riesgo a los 64 años?

El filósofo francés Gilles Lipovetski habla de las emociones, de cómo todos buscamos consumir y comprar: como un viejo que a sus 60 se quiere comprar un descapotable y regresar a su juventud para conquistar a la chica que nunca tuvo. Tenemos a estos “consumidores de experiencias” y emociones fuertes.

Hoy esta capacidad destructiva del ser humano ha sido bien aprovechada por el capital para presentarte estos destinos y productos de emociones, sensaciones y placeres. Ese espíritu alcanza a mi protagonista para irse a apostar todo su dinero a Las Vegas.

Uno de los conflictos en tu novela es que el hombre de “academia” o cerebral está en deuda con el hombre “vital” o de experiencia. ¿El triunfo del saber académico derrota al hombre “de la vida”?

Sí, lo derrota. Lo creo y lo he visto. Es un mecanismo que se perpetua. Me da la impresión de que cierta academia o epistemología se presenta como la única forma de conocimiento verdadero, desechando lo que acontece en el día a día en la vida de las personas.

La vivencia de una población originaria debe ser traducida por el marco teórico y por los conceptos de un académico para tener presencia científica o social. Además hay cierto miedo académico para entender que hay conocimiento verdadero y cierto, por ejemplo, en lo que puede decir una muchachita que trabaja en una tienda Urban Outfitters en la mitad de Las Vegas.

En cierta forma, Génesis, este profesor, aprende cosas a partir de su relación con Lea, esta vendedora. Llega al conocimiento profundo de cosas que no están en los libros o en la alta cultura: un conocimiento vital, vivo, fuerte, latente.

Jugaste póker en línea durante un tiempo. ¿Cómo influyó esta actividad en All in, Sinatra?

Jugué póker en línea por el ocio, por la posibilidad de negar el trabajo, de no producir en un sentido moralmente aceptable por la sociedad. Mi liga con el juego está en esa especie de rebeldía. Comencé a jugar en línea después de experimentarlo en vivo, que es más tardado.

En línea puedes jugar múltiples manos, con múltiples jugadores, por múltiples cantidades de dinero a la vez. Pero el dinero sólo es una herramienta. Me gustaba agilizar la mente en diversos procesos, ser el chico listo. Buscaba repetir  el sentimiento de incertidumbre, ese momento de estar en la cima y de saber si caes.

Podría decirse que los jugadores de póker son seres de fe, al menos en su convencimiento de sus capacidades para leer, analizar y decidir durante el desarrollo del juego.

Hay una encuesta muy interesante: si tú le preguntas a diez jugadores de póker en qué nivel está su juego, ocho te responderán que están por encima del promedio.

Eso explica no sólo cómo un jugador se ve, sino cómo se ve una persona en el mundo posmoderno, transmoderno. Es una visión acrecentada, de cierta egolatría, magnificencia. Se considera a sí mismo un personaje triunfador, productivo. Esa conjunción es paradójica pero nos habla de la mentalidad actual. Nuestra visión de nosotros mismos está dañada.

Eso te hace ver que la salud, la sanidad, la salvación, está más lejos de lo que pensamos.

Las Vegas son el sitio de la artificialidad, los excesos y la miseria de la prostitución, pero es ahí donde tu personaje se debate sobre el sentido de la vida. ¿Qué representan Las Vegas para el mundo actual?

Creo que Las Vegas simbolizan la gran paradoja del mundo moderno: el lugar donde puedes tener las comidas más caras y deliciosas, dependiendo de tu línea de crédito o tus posibilidades económicas; al lado de los baldíos llenos de jeringas para pincharse.

Muestran la contradicción de la vida actual, esa contradicción que somos todos con la plasticidad, la artificialidad y la máscara, unida al placer culposo.

¿Cómo se relacionan tus estudios de filosofía y teología con tu novela? Me atrevo a decir que al menos la teología y el juego pueden verse como dos apuestas por el misterio…

La teología, el juego, la literatura, la filosofía para mí son sinónimos. Creo que estas cuatro formas son arte. Pueden definirse como el acto de recoger los pétalos del suelo en un mundo que está preocupado por los billetes y las bombas.

Hay cierta volatilidad cuando uno empieza a escribir en serio, hay una apuesta personal en tiempo y energía. Eso saca cosas de ti, igual que el póker, el cual no creo que sea un juego sobre el dinero, sino sobre la vida. En cuanto a la teología y la filosofía, ambas se preguntan de dónde venimos y que somos, sólo que la segunda lo hace en términos más abiertos.

¿Cuál es tu carta favorita del póker y qué representa para ti?

Mi carta favorita es el as de espadas. Para mí y para el jugador promedio, representa una respuesta ante una pregunta que posiblemente no tenga solución. Representa la ilusión del control, de la coherencia, del éxito, de la suerte, de que podemos ser salvados en el último momento.

Pedro Zavala, All in, Sinatra, Literatura Random House, 2018, 301 págs.

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